miércoles, 14 de agosto de 2013

El orden del discurso

Este blog aparece como el residuo de un diálogo imposible. Un diálogo que se resiste, que aparece truncado antes de empezar.
¿Entre quiénes? ¿Quiénes no pueden dialogar? ¿Para quién es una tarea imposible? Para nadie, sólo para el que tiene miedo, para el que no quiere 'problematizar' sobre las 'condiciones objetivas' de la realidad, para el que no 'quiere dar el debate' acerca de los 'procesos que estamos viviendo en la actualidad'.

Existe un discurso que se impone, que es cuadrado, prepotente, ajeno a toda instancia de diálogo real. ¿Dónde nace? No lo sé. Pero se legitima en la academia, y desde allí comienza a propagarse.  Un discurso con un 'cuidado marco teórico', pero con todas las taras mentales de la academia. Gente muy ocupada en la obtención de becas y de subsidios, que ha olvidado la necesidad de pensar honestamente.

Intelectuales de primer nivel, licenciados, doctores, post-doctores, que citan a Foucault, que citan a Deleuze, y a Derrida, pero que no se atreven realmente a 'cuestionar las condiciones de producción' en las que se desenvuelven.
"¿Cuántas becas daban en el 2001? Ahora salen muchas becas, hay mucha plata puesta en la universidad", dicen sonriendo. ¿Mucha plata? No tanta, muchísima menos de la que gana el peor amigo de Jaime. Pero suficiente para que ellos abandonen el pensamiento crítico.

¿Y cómo circulan las ideas en cualquier ámbito escolar? En buena medida, por identificación. Desde el secundario, y siempre con espanto, he observado a compañeros identificándose ridículamente con el punto de vista del profesor. En un contexto universitario, y bajo formas no mucho más complejas, se da el mismo fenómeno.

Pero me fui por las ramas. Perdón. Son años de asistir a este fenómeno, y este es sólo un primer intento de darle forma.
Desprolijo, caótico, confuso, pero cansado de justificarse.

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